miércoles, 7 de diciembre de 2011

ZENAIDA, LA LOMBRIZ


Un día de sol Zenaida la lombriz se despertó sin poder moverse, dura como una estatua, y del susto se puso a llorar. Vino el sapo y trató de ayudarla haciéndole masajes pero no hubo caso, Zenaida seguía llorando. Pasó el caracol y le caminó un rato por encima pero Zenaida seguía sin poder mover ni un pelo. Por ahí apareció el gorrión y le hizo caricias con las alas pero... tampoco. Entonces, el sapo, el caracol y el gorrión decidieron amasarla entre todos, como si fuera un choricito de plastilina.
Tanto risa le dio a Zeneida la amasada, que se olvidó de sus dolores y terminaron los cuatros tomando mates a la orilla del río.


Mi primera revista Jardín de genios

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