jueves, 24 de noviembre de 2011

ARCO IRIS


A veces
por supuesto
usted sonríe
y no importa lo linda
o lo fea
lo vieja
o lo joven
lo mucho
lo poco
que usted realmente
sea

sonríe
cual si fuese
una revelación
y su sonrisa anula
todas las anteriores
caducan al instante
sus rostros como máscaras
sus ojos duros
frágiles
como espejos en óvalo
su boca de morder
su mentón de capricho
sus pómulos fragantes
sus párpados
su miedo

sonríe
y usted nace
asume el mundo
mira
sin mirar
indefensa
desnuda
transparente

y a lo mejor
si la sonrisa viene
e muy
de muy adentro
usted puede llorar
sencillamente
sin desgarrarse
sin desesperarse
sin convocar la muerte
ni sentirse vacía

llorar
sólo llorar

entonces su sonrisa
si todavía existe
se vuelve un arco iris

Mario Benedetti





PARA MI CORAZON


Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.

Pablo Neruda


miércoles, 23 de noviembre de 2011

"DEL TAMAÑO DE UN HERMANO"


Tenía un hermano pequeño, y a nadie más tenía. Hacía mucho tiempo, desde la muerte de sus padres, vivían los dos solos en una playa desierta, rodeada de montañas.
Pescaban, cazaban, recogían frutos y se sentían felices.
En verdad, tan pequeño era el otro, apenas la palma de su mano, que el mayor
encontraba normal ocuparse de todo él solo. Pero atento siempre a vigilar de su
hermano, delicado y único en su minúsculo tamaño.
Nada hacía sin llevarlo consigo. Si era día de pesca, allá se iban los dos mar
adentro, el mayor metido en el agua hasta los muslos, el menor a caballo en su oreja,
ambos inclinados sobre la transparencia del agua, esperando el momento en que
el pez se acercaría y ¡zas!, cayera preso en la celada de sus manos.
Si se trataba de cazar, salían hacia el bosque, el pequeño acomodado a sus
anchas en la alforja de cuero, el grande caminando a largos pasos por entre los arbustos,
en busca de algún animal salvaje que les garantizara el almuerzo, o de frutas
maduras y jugosas para calmar la sed.
Nada faltaba a los dos hermanos. Pero en las noches, sentados frente al fuego, recordaban
el pasado cuando sus padres aún estaban vivos. Y entonces la casa entera parecía llenarse de vacío y, casi sin advertirlo, comenzaban a hablar de un mundo más allá de las montañas. Se preguntaban como sería, si estaría habitado, e imaginaban la vida de aquellos habitantes.
De una en otra suposición, la charla se ampliaba con nuevas historias que se
ligaban entre ellos, prolongándose hasta la madrugada. Y, durante el día, los dos
hermanos sólo pensaban en la llegada de la noche, cuando habrían de sentarse junto
al fuego a recrear ese mundo que desconocían. Y la noche se fue haciendo mejor
que el día y la imaginación más seductora que la realidad.
Hasta que una vez, ya cerca del amanecer, el pequeño dijo:
—¿Por qué no vamos?
Y el mayor se sorprendió de no haber pensado en algo tan evidente.
No tardaron mucho en los preparativos. Reunieron algunas provisiones, tomaron
pieles para enfrentar el frío de las montañas, cerraron bien la puerta de entrada,
y se pusieron en camino.
Montado en la cabeza del hermano, asegurando con vigor las redes de su cabello,
el pequeño se sentía tan valiente, como si también él fuera alto y poderoso.
Cabalgadura de su hermano, pisando con firmeza tierras cada vez más desconocidas,
el mayor se sentía estremecer por dentro, como si también él fuera pequeño y
delicado. Pero los dos cantaban sin cesar, estaban juntos, y aquella era la más linda
aventura.
Después de algunos días de marcha, el suelo dejó de ser plano y comenzó la cuesta
de la montaña. Subieron por caminos abiertos mucho antes por los animales, inventaron
atajos. Desde la cabeza del hermano, el pequeño indicaba los rumbos más felices
y el grande se aferraba a las piedras, rodeaba zanjas, bordeaba precipicios. Cada día
más frío, el viento les arañaba el rostro. Nubes densas cubrían su canto. Acampaban
por las noches entre las rocas, envueltos en pieles. Y al amanecer proseguían su lenta
ascensión. Tanto subieron, que un día de repente, no hubo manera de subir más. Habían
llegado a la cima de la montaña. Y desde allá arriba, extasiados, contemplaron
por fin el otro lado del mundo.
Qué bonito era. Tan diminuto en la distancia, tan limpio y bien dispuesto. Las
colinas descendían suaves hasta los valles, sembrados de huertos y campos, salpicados
de aldeas con casitas y gentes muy pequeñas que se movían a lo lejos.
Alegres, los dos hermanos comenzaron a descender. Bajaron y bajaron por caminos
ahora más felices, trazados por otros pies humanos. Pero, curiosamente, por más que
avanzaban, las casas y las personas no parecían crecer tanto como habían esperado.
Ellos estaban cada vez más cerca y los otros seguían siendo pequeños. Tan pequeños
tal vez como el hermano que, desde su alto mirador, espiaba sorprendido.
Casi estaban llegando a la primera aldea, cuando oyeron un grito y después otro.
Vieron que todas aquellas personitas corrían a encerrarse en sus casas, cerrando
tras de ellos puertas y ventanas.
Sin entender lo que sucedía, el hermano mayor depositó en el suelo al pequeño.
Éste, viéndose por primera vez en un mundo de su tamaño, infló el pecho, irguió la
cabeza y, pisando con determinación, se acercó a la casa más próxima. Llamó a la
puerta y esperó.
A través de la hendija que se abrió con cautela, dos ojos, exactamente a la
altura de los suyos, espiaron. Silencio al otro lado de la puerta. Pero, un segundo
después, también las alas de la ventana se apartaron levemente, dando espacio a
la vivaz curiosidad de otro par de ojos. En cada casa se abrieron otras hendijas y se
asomó tras ellas el destello de otras miradas. Al principio, recelosas, casi encogidas
entre los hombros, después más osadas, estirándose, surgieron cabezas de hombres,
de mujeres y de niños.
Cabezas pequeñas, todas minúsculas como la de su hermano, pensó el mayor, mientras
trataba afanoso de comprender. No había nadie allí que fuera grande, nadie
de su propio tamaño. Sin duda, sucedía lo mismo en las aldeas vecinas, en todas
aquellas casas que él había creído pequeñas sólo a causa de la distancia.
El mundo, descubrió con súbito sobresalto, en realidad estaba hecho a la medida
de su hermano.
Entonces vio que éste, después de hablar con los habitantes de la casa, volvía hacia
él tendiéndole la mano. El hermano, que siempre le parecía tan frágil, ahora lo
llamaba con dulce firmeza. Y él se inclinó hacia la gente de la aldea, frágil y único
gigante en este mundo.


MARINA COLASANTI.

LOS PÁJAROS PERDIDOS

Amo los pájaros perdidos
que vuelven desde el mas allá,
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.

Vuelven de nuevo los recuerdos,
las horas jóvenes que di,
y desde el mar llega un fantasma
hecho de cosas que amé y perdí.

Todo fue un sueño, un sueño que perdimos,
como perdimos los pájaros y el mar,
un sueño breve y antiguo como el tiempo
que los espejos no pueden reflejar.

Después busqué perderte en tantas otras
y aquella otra y todas eran vos;
por fin logré reconocer cuando un adiós es un adiós,
la soledad me devoró y fuimos dos.

Vuelven los pájaros nocturnos
que vuelan ciegos sobre el mar,
la noche entera es un espejo
que me devuelve tu soledad.

Soy sólo un pájaro perdido
que vuelve desde el más allá
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.

Mario Trejo







domingo, 20 de noviembre de 2011

"AQUÍ TE AMO"

Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.

Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.

O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.

Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.

Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.

Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.

Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.


PABLO NERUDA.

LUPERTIUS SE ENOJA LOS JUEVES -EMA WOLF-


El señor Lupertius vive en Banfield. Es un hombre tranquilo y de buen carácter, amble con sus vecinos.
Pero los días jueves se enoja muchísimo.
Cuando le preguntan por qué se enoja los jueves contesta siempre lo mismo:
-Porque el gato de mi prima Elvira tiene pesadillas.
-¿Y dónde vive si prima Elvira?
-En Don Torcuato.
La historia es ésta:
Todos los miércoles a la noche la prima del señor Lupertius mira la película de terror que dan por la tevé.
Su gato insiste en verla también, pero después tiene sueños espantosos. Se revuelve en la cama -duerme con ella- y no deja descansar.
Es por eso que Elvira saca el gato al patio.
El gato sin sueño se acerca a la jaula del canario y lo despierta con un maullido en la oreja, simplemente para perjudicarlo.
El canario se pega una espantada infalible y vuelca el comedero con alpiste.
El ruido despierta una vez más a la prima de Elvira, que se levanta con la chancleta en la mano pensando que son ladrones.
Como no enciende la luz, se lleva por delante el perchero y se golpea la frente. dice unas cuantas palabrotas y entonces sí, enciende la luz.
La luz de la habitación de Elvira le pega en los ojos al vecino del fondo, que acaba de acostarse porque es acomodador de cine.
El hombre aprovecha para ir a la cocina y comer un pedazo de mantecol a escondidas de su mujer.
El ruido de la heladera al abrirse y cerrarse despierta a su perro Fido, que se pone a ladrar de manera histérica.
Por supuesto, los ladridos de Fido despiertan a toda la cuadra.
Pero la única que reacciona mal es la dueña de la casa de altos.
La dueña de la casa de altos sube rápidamente a la terraza, elige una maceta llena y la tira al patio del acomodador con esperanza de acercarle al perro.
Nunca acierta.
La mujer del acomodador sale al patio en camisón gritando que alguien bombardea su casa para robar mantecol de la heladera. A continuación llama a la policía.
La policía interroga a los vecinos tratando de averiguar quién fue el autor del hecho.
Cuando llegan a la casa de Elvira encuentran en su agenda telefónica la dirección del primo Lupertius. El nombre les parece sospechoso.
Entonces mandan un detective disfrazado de vendedor de libros ambulante a la casa de Lupertius, que -como dije- vive en Banfield.
El falso vendedor toca el timbre y se produce éste diálogo:
-Vengo a ofrecerle el segundo tomo de la Enciclopedia de la fauna y la flora australianas. Pero antes me gustaría que contestara a una breve encuesta. ¿Puede ser?
-¡Cómo no! Pregunte.
-¿Usted acostumbra arrojar macetas a los patios ajenos?
-No.
-¿Y a robar mantecol de madrugada?
-¡Tampoco! ¡¿Por quién me toma?!
-Entonces, chau.
El detective tacha a Lupertius de la lista de sospechosos y se va sin nada más que hacer.
Y todas las veces así.
Pero nuestro héroe queda muy enojado.
El episodio lo pone de un humor pésimo durante el resto del día. Por suerte, eso ocurre solamente los jueves.

jueves, 17 de noviembre de 2011

"CORAZÓN CORAZA"


Porque te tengo y no
porque te pienso,

porque la noche está de ojos abiertos...
Porque la noche pasa y digo amor.
Porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes.
Porque eres linda desde el pie hasta el alma,
porque eres buena desde el alma a mí.
Porque te escondes dulce en el orgullo,
pequeña y dulce,
corazón coraza.

Porque eres mía,
porque no eres mía.
Porque te miro y muero
y peor que muero...
Si no te miro amor,
si no te miro.

Porque tú siempre existes donde quiera,
pero existes mejor donde te quiero.
Porque tu boca es sangre
y tienes frío.
Tengo que amarte amor,
tengo que amarte.
Aunque esta herida duela como dos,
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.


MARIO BENEDETTI

jueves, 10 de noviembre de 2011

10 DE NOVIEMBRE: "DÍA DE LA TRADICIÓN"

ALGUNAS FRASES DEL MARTÍN FIERRO:


Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela,
Que el hombre que lo desvela
Una pena extraordinaria
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.

 
Pido a los Santos del Cielo
Que ayuden mi pensamiento;
Les pido en este momento
Que voy a cantar mi historia
Me refresquen la memoria
Y aclaren mi entendimiento.


 Los hermanos sean unidos
     Porque esa es la ley primera,
tengan unión verdadera
       en cualquier tiempo que sea.
      Porque si entre ellos pelean
      Los devoran los de ajuera.

JOSÉ HERNANDEZ

EL DUENDE MÁGICO


Cuéntase que un día, mientras Pedro caminaba por la plaza, encontró una cajita de color plateado que tenía muchos dibujitos raros,que nunca habría imaginado.
Calladito e intrigado en un banco se sentó, y despacito y con cuidado la tapita le abrió.
¡Qué inmensa sorpresa cuando de la cajita un duende se asomó! Inmediatamente al piso saltó, y con un pase mágico de tamaño aumentó. - ¡Hola mi buen amigo! ¡Qué salvación! De estar encerrado ya me había cansado. ¿Qué mundo tan extraño es este que no conozco yo?
-Este es mi mundo, ¿y vos de dónde sos?
-Vengo del mundo mágico y busco diversión, de tanto estar encerrado, ahora quiero mucha acción...
E inmediatamente después, con pasito cortito, de la plaza huyó.
Pedro quedó sorprendido, pero enseguida reaccionó, ytras elduende en fuga, corriendo salió.
¡Cuándo vio lo que hacía ese duende burlón...! ¡Ponía todoslos carteles patas para arriba, los conductores no entendían nada y el lío entre los autos no terminaba nunca! A los semáforos de las esquinas, a todos les cabió el color: violeta, azul y naranja; gris,celeste y marrón. La gente nada entendía, todos gritaban, corrían, los autos tocaban bocina. Pedro, desesperado, y elduendecito seguía contento. La ciudad era un caos, los autos no sabían qué hacer: continuar, parar, algunos miraban los carteles con curiosidad, otros escapaban gritando sin parar, nadie entendía nada.
En esoyen medio del samborombóm, un personaje apareció. Su nombre era Merlín, con capucha y bastón, y seriamentea a Pedro sedirigió: - ¿Qué es lo que está pasando? ¿Cómo es que se escapó? - dijo Merlín.-Yo encontré una cajita y le abrí la tapita, salió y ya no paró. - Contestó Pedro.
-A ese duende travieso, ya le voy a enseñar que este es un mundo distinto, y que él no lo puede cambiar.
A lo que Pedro contestó: - Él no tiene mala intención,sólo lo hace por diversión.
Entonces Merlín se adelantó, tan poderoso, que el pobre duendecito muy quietito se quedó. El mago levantó de pronto su vara, y unas palabras mágicas pronunció. Mágicamente todo volvió a la normalidad, los colores el sémaforo volvió a recuperar:rojo,amarillo y verde, como tienen que estar. Los carteles para la seguridad vial a su anterior forma volvieron a estar.
- Mejor es que aprendas cómo funciona este mundo. Pedro te puede mostrar todo este lugar, para que sepas que las cosas no están por estar, que todo tiene importancia y es por nuesta seguridad.
Merlín se fue caminando y el duende con Pedro quedó, mirándolo con ojos grandes, aprender le pidió. Entonces Pedro, en su auto, se dispuso a enseñar, y juntitos sefueron a recorrer la ciudad.
Pedro: -¿Ves esas luces de colores?
Duende: -¡Son para jugar!
Pedro:- ¡No! Son para avisarte cuándo podés cruzar. Si cruzás en cualquier momento un accidente podés causar. Mejor es esperar un poquito nada más. Cuando el semáforo está verde tranquilo podés pasar, pero cuando se pone rojo ¡ sí osí hay que esperar!
Duende: - ¿Y cuando está en amarillo?
Pedro: - Es cuando hay que prestar atención y mirar, porque nos avisa que muy alerta debemos estar.
Duende: - ¿Y si cambiamos el color?
Pedro: - ¡No! ¿No viste lo que pasó? Le gente conoce el mensaje, porque conoce cada color.
Duende: - Y frente a ese cartel que dice "Pare", ¿ tengo que parar y no caminar nunca más?
Pedro: - No, debemos mirar hacia ambos lados, y si nadie viene, podemos continuar.
Y siguieron caminando, Pedro hablando y el duende escuchando. Así llegaron a la plaza y se sentaron. - ¿Te gustó lo que aprendiste? - preguntó Pedro.
-Claro que me gustó, ahora entiendo cómo viven los humanos. ¡Con tantos autos y tanta gente se tienen que organizar, y para ellos reglas tienen que inventar! - dijo el duende.
-¡Así es!, ¡tal cual!, ¡qué bueno que aprendiste!
-Sí... aunque me gustaría a mi mundo regresar. Esto es lindo, pero prefiero bajo mis árboles pasear.
Pedro quedó pensativo, ¿cómo podría ayudar?... Pero justo en ese momento, volvió a aparecer Merlín, y sonriendo se acercó y al duende le preguntó: - ¿Cómo estás mi duendecito? Del castigo de la caja saliste solito, la oportunidad la tuviste y bien la cumpliste. Tanto has aprendido que el castigo quedó cumplido. Ahora... ¿ te gustaría estar en estos momentos en tu hogar? Si querés para allá te puedo llevar.
Ni lerdo ni perezoso, el duende se levantó, sonriendo le dio las gracias... y de Pedro se despidió.Entonces, Pedro vio asombrado al mago allí parado, abriendo una puerta mágica y secreta hacia el mundo encantado, por la que salieron ambos con una sonrisa en los labios saludando.
Y esta historia de tránsito y magia ya se está terminando. ¡ Colorín colorado, este cuento se ha acabado!









martes, 8 de noviembre de 2011

VERSOS QUE CAUSAN RISA

En el nido de un hornero
mateaban dos elegantes.
El segundo dijo al primero:
"casas eran las de antes".


Un diablo se cayó al agua,
otro diablo lo sacó,
y un tercero preguntaba:
¿ cómo diablos se cayó?


El pirata Diente de Ajo
protestaba sin parar,
tenía puesto el sombrero
que no podíaencontrar.




LA CIGARRA Y LA HORMIGA


Había una vez una cigarra que era muy holgarena pero que cantaba maravillosamente. Cantaba a todas horasy en todo lugar. Aveces se sentaba en el patio de su casa y veía a su vecina, la hormiga, que trabajaba sin parar.
-¿Nose cansa, vecina de estar todo el día almacenando granos? - le pregunto la cigarra bien cómoda en su hamaca.
La hormiga la miraba con cara de enojo. A ella le gustaban mucho las canciones de su amiga, pero no perdía ocasión para retarla.
- Un día no vas a tener qué comer. ¿Te alimentarías entonces con canciones?-le decía.
Algunas noches se reunían a orillas de la laguna y se divertían cantando y bailando. Pero al día siguiente ya estaba la hormiga de nuevo con su carga a cuesta.
-¿Por qué trabajar tanto, todos los días?
- Nadie semuere por trabajar- contestaba la hormiga.
Y seguía con su carga al hormiguero. Así pasó el otoño y llegó el invierno. Un invierno frío y lluvioso como nunca se había visto. La cigarra tiritaba en su casita en la que ya casi no había leña para calentarse y los pocos bocaditos de comida se estaban acabando. Ni un gusanito, ni una mosca, ni un granito de trigo.
En la casa de enfrente, su vecina cómodamente sentada y muy abrigadita, saboreaba un plato de maíz recién tostado. La cigarra no tenía aliento para cantar un valsecito. Entonces, con las pocas fuerzas que le quedaban decidió ir a la casa de su vecina. Cuando golpeaba la puerta pensaba en todos los retos que tendría que escuchar. Y no se equivocó. Cuando la hormiga lo vio en ese estado tan lamentable, aprovechó la ocasión para pasarle toda una lista de reproches.
- ¡Ya te lo había dicho, haragana! Debías haber trabajado durante el verano. ¿Dónde están las risas y los festejos? ¿Ahora no te burlasde mí?
Y "haragana" por aquí, "irresponsable" por allá. ¡ Ociosa, holgazana, vaga... ! Y así seguían sus retos, cuando de pronto vio que de los ojos de la cigarra caían dos gruesos y helados lagrimones...
La hormiga la miró y mientras abría de par en par la puerta, le dijo:
- ¡ Adelante!... ¡Es tan triste el invierno sin tus canciones!



ADAPTACIÓN DE LA FÁBULA DE ESOPO.

REUNIÓN EN LA CARPINTERÍA


Hace muchos años, en una carpintería, las herramientas llamaron a todos sus compañeras a una reunión para consultar sobre trabajos a realizar. Al martillo lo eligieron como presidente, entonces tuvo que dirigir la reunión. En un principio los demás pansaron que haría demasiado ruido y que se pasaría todo el tiempo golpeando. El martillo aceptó la sospecha y dijo que el tornillo era muy complicado porque había que darle muchas vueltas. El tornillo dije que la lija era muy áspera y que podría tener fricciones con los demás. La lija pensó que el metro se la pasaba midiendo a los demás como si fuera el único perfecto. En eso entró el carpintero, consultó a sus compañeros detareas y pudo hacer su trabajo tan solo tomando la sabiduríade cada una delas herramientas, es decir, de sus compañeros de labor. El carpintero sintió que en esa carpinteria todos eran igualmente importantes. De repente intervino el serrucho diciendo: "Señores, ha quedado demostrado que todos somos pieza fundamentales, aunque seamos diferentes y tengamos distintos puntos de vista, todos juntos podemos realizar una gran obra." Todos estuvieron de acuerdo con la reflexión del serrucho.
Finalmente la tosca madera inicial, se convirtió en un bonito mueble, a través del trabajo mancomunado de todas y cada una de las herramientas.

viernes, 4 de noviembre de 2011

"EL MUNDO"

"Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.

A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

El mundo es eso — reveló — Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende".


EDUARDO GALEANO.

LA FAMILIA POLILLAL


La polilla como lana de la noche a la mañana.
Muerde, come, come, muerde lana roja, lana verde.
Sentadita en el ropero con su plato y su babero, come lana de color con cuchillo y tenedor.
Sus hijotos comilones tienen cuna de botones.
Su marido don Polillo balconea en un bolsillo.
De repente se avecina la señora Naftalina.
Muy oronda la verán, toda envuelta en celofán.
La familia polillal la espía por un ojal, y le apunta con la aguja a la Naftalina bruja.
Pero don Polillo ordena:
-No la maten, me da pena; vámonos a otros roperos a llenarlos de agujeros.
Y se van todos de viaje con muchísimo equipaje: las hilachas de una blusa y un paquete de pelusa.

María Elena Walsh

jueves, 3 de noviembre de 2011

"Un señor maduro con una Oreja Verde"

Un día, en el expreso Soria-Monterde,
vi subir a un hombre con una oreja verde.

Ya joven no era, maduro parecía,
salvo la oreja, que verde seguía.

Le dije: Señor, usted tiene cierta edad;
dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad?

Me contestó amablemente: Yo ya soy persona vieja,
pues de joven, sólo tengo esta oreja.

Es una oreja de niño que me sirve para oír
cosas que los adultos nunca se paran a sentir;

oigo también a los niños cuando cuentan cosas
que a una oreja madura parecerían misteriosas...

Así habló el Señor de la oreja verde
aquel día, en el expreso Soria-Monterde.


Gianni Rodari

martes, 1 de noviembre de 2011

LA FAMILIA DELASOGA -GRACIELA MONTES-


La familia delasoga era muy unida. O, por lo menos, muy atada.
Juan delasoga y María Delasoga se habían atado un día de primavera con una soguita blanca, larga, flexible, elástica y resistente. Y desde ese día no se habían vuelto a separar.
Lo mismo había pasado con Juancho y con María. En cuanto nacieron, los ataron. Con toda suavidad, pero con nudos.
No es tan difícil de entender si uno lo piensa.
Marita, por ejemplo, estaba atada a su mamá, a su papá y a su hermano: en total, tres soguitas blancas anudadas a la cintura.
Y los mismo pasaba con Juancho. Y con Juan. Y con María.
Claro que no era fácil acomodar tanta soga; había peligro de galletas, de sacudidas, de tropezones. Pero con el tiempo se habían ido acostumbrando a moverse siempre con prudencia y a no alejarse nunca demaciado.
Por ejemplo, cuando se sentaban a la mesa era mas o menos así. y cuando se acostaban a dormir. y cuando salían a pasear los domingos por la mañana.
Los Delasoga eran expertos en ataduras. la soga con que se ataban no era una soga así nomás, de morondanga; era una expléndida soga, elástica y extensible.
Así que cuando Juancho y marita iban a la escuela, que quedaba a la vuelta, María podía quedarse en su casa haciendo la comida, casi como si tal cosa, salvo que la cintura le molestaba un poco porque la soguita estaba tensa... y tiraba.
Lo mismo pasaba cuando Juan iba al taller que, por suerte, quedaba al lado. A la hora de la leche no era raro ver a María, a marita y a Juancho mirando la televisión mientras tres sogas los tironeaban un poco hacia la calle, porque el papá tosavía no había vuelto.
de un modo o de otro, los Delasoga se las arreglaban.
Aunque, claro, había cosas que no podía hacer. Por ejemplo: Juancho nunca había podido salir a dar una vuelta a la manzana con sus patines.
Y eso era bastante grave porque Juancho tenía un par de patines relucientes con rueditas amarillas.
Pero ¿qué soga podía aguantar una vuelta a la manzana en dos patines?
A María le hubiese gustado ir a visitar a su amiga Encarnación, la de Barracas. Pero no se había inventado todavía una soga tan resistente. Eso a María le daba un poco de pena porque era lindo charlar con encarnación de tantas cosas.
Bueno, en realidad la tijera brillante siempre había estado allí, en el costurero, hundida entre botones y carteles. Pero nunca había brillado tanto como esa tarde. En una de esas porque era una tarde de sol brillante como la tijera. Los Delasoga estaban, como siempre, atados.
maría cosía un pantalón gris y aburrido.
Marita miraba como Maria cosía. Juan miraba a Juancho mirar a Marita, que miraba a María, que cosía.
Y la tijera brillaba.
Cada tanto María la agarraba y -tris tras- cortaba la tela.
Y, mientras cosía, miraba las soguitas enruladas en montoncitos blancos sobre el piso.
En realidad María nunca había pensado mucho en las sogas. Ahora, de pronto, las miraba mejor, las miraba fijo, y se daba cuenta de que les tenía rabia.
Entonces sucedió, por fin, lo que tenía que suceder de una vez por todas. maría agarró la tijera y -tris tras- no cortó el pantalón gris; cortó la soga. Una soga cualquiera, la que tenía más cerca. Y después otra soga. La tercera y la cuarta las cortó Juan. Y Marita y Juancho cortaron una cada uno.
Las soguitas cortadas se cayeron al piso y se quedaron quietas.
¡pobrecitos Delasoga! no estaban acostumbrados a vivir desatados. Al principio se asustaron muchísimo y casi casi salen corriendo a comprar otro rollo.
Pero después Juan dijo en voz baja: -Casi casi... me iría a la cancha de Ferro, que hoy juega River.
Y María dijo en voz alta:
-Casi casi... me iría a visitar a Encarnación, la de Barracas.
Y Juancho corrió a buscar los patines de las ruedas amarillas.
Y Marita dijo cahu y se fue al quiosco del andén a elegirse dos revistas.
Esta vez los cuatro Delasoga pasaron cuatro tardes, todas distintas.
Se volvieron a encontrar a la nochecita. Estaban cansados, porque no era fácil andar solos y para cualquier lado.
Juan y María se abrazaron muy fuerte y se contaron cosas.
Juancho contó, mientras se desataba los patines, que en el barrio tenía un amigo que no se llamaba Juan, sino Bartolo.
Marita contó que, junto al quiosco del andén siempre había campanillas azules y geranios rojos.
De la soga no hablaron más. ¿Para qué iba a hablar de sogas una gente tan unida?

EL HORNERO, UN PAJARITO ALFARERO


Antes de que los españoles llegaran a América, los giaguitas ya eran conocidos en las tierras del Aconquija porque sabían cultivar y dominar animales. Además, cocían el barro del fuego y faabricaban bellas vasijas.
Casi todos los diaguitas eran buenos alfareros, pero había uno que se destacaba como un verdadero artista. Nadie podía igualar sus sus coloridas vasijas, sus pulidos platos, y las delicadas y resistentes jarras que realizaba. Tan buen era que la gente se reunía en la puerta de su choza para observar cómo modelaba sus piezas. También iba a verlo la hija del cacique y, con el paso del tiempo, los jóvenes se fueron enamorando.
Un día, en alfarero le pidió permiso al cacique para casarse con su hija. Pero como éste no quería a un simple artesano para la muchacha, se opuso al matrimonio y expulsó al alfarero de la aldea para que los jóvenes no se vieran más.
Cuenta la vieja leyenda que cuando el alfarero se separó de su amada, le juró entre lágrimas que encontraría la forma de regresar y construir un hogar para los dos. Y así fue...
Unos días después de separarse, el artesano vovió transformado en un simpático pajarito marrón que, cantando, comenzó a construir un nido de barroen el árbol más cercano a la choza de su amada. Ella deseó con tantas fuerzas vivir él que, al poco tiempo, también se transformó en pájaroy, desde entonces, ambos indiecitos, convertidos en hornero, viven juntos en su pequeño hogar de barro.